martes, 22 de mayo de 2012

Camino hacia la oscuridad


Llegué a la estación a las once menos cuarto, el edificio era viejo y parecía gastado, extraño para ser una ciudad tan moderna. La gente paseaba tranquilamente, aunque había mucha masa de personas ya que era la salida hacia otros pueblos. Todos habían terminado de trabajar y deseaban volver a sus casas. Aunque fui victima de unos cuantos empujones y caidas al suelo pude llegar al andén número tres, donde estaba mi novio, esperando me. Llegué corriendo, el tren todavía no había venido.
Desde la entrada, pude ver a Imai, estaba sentado en un banco leyendo una revista de turismo a donde viajabamos. A su lado, una mujer de mediana edad, comiendo un helado de una forma repugnante.
Me acerco a él y sonrío dulcemente. Mira hacía arriba y me devuelve la sonrisa. Se levanta y me coge por la cintura, junta nuestros labios y nos damos un beso. Aparto los labios de los suyos y le miro a los ojos.
-Hola cariño.-sonrío dulcemente.-Siento haber llegado tarde.
-Sora...siempre tan torpe.-me da un pequeño golpecito en la frente con los dedos.-Eso me gusta tanto.-sonrie dulcemente.
-Sí, esque...estube hablando con Lily.-sonrio dulcemente y le doy otro beso.-Está de vacaciones en el pueblo de su madre.
-¿Está mejor?-me mira preocupado.-Digo por lo del accidente...
-Sí, tiene más vitalidad, parece como si nunca hubiera pasado.
Lily tenía la misma edad que yo, éramos amigas desde que entré en el instituto. Hace un mes su padre tuvo un accidente de coche y murió, Lily estuvo un tiempo en el hospital porque entró en un especie de shock. Siempre había sido tan divertida y extrovertida, pero cuando pasó eso...parecía un fantasma, no se movía y siempre lloraba en las clases. Ahora parece que se va mejorando y por eso la llamo, lo recomendó el psicólogo. Y como el me dijo:
-Lily tiene que llevar la misma vida que antes, así que, porfavor Sora, llama le siempre que puedas.
Y así hice, cada vez que tengo tiempo libre le mando correos o le llamo por teléfono. Ella me cuenta lo que ha echo ese día, y yo le cuento lo que he echo yo, sin mencionar nada dramático ni triste. Simplemente felicidad.
-Creo que la llamaré esta noche cuándo lleguemos.-sonrío dulcemente y veo como poco a poco se va acercando el tren.
-Sí, me gustaría también poder hablar con ella.-sonríe y me coge las maletas.-Deja me que te las lleve.
-Gracias.-sonrío dulcemente y nos acercamos poco a poco al tren.-¿Alguna vez fuiste a Akuma no Tamashi?
Me miró un poco nervioso y temblaba un poco, pero enseguida se tranquilizó.
-No, nunca he ido. Creo que es un pueblo estúpido, podríamos ir a otro si te apetece.
-No.-le miro con carita de pena.-Yo quiero ir a este pueblecito tan bonito, a de más, nadie nos va a molestar así que podremos pasear todo el tiempo que queramos.
-Claro.-sonríe forzadamente y me besa, ese beso me supo a amargura, nunca había experimentado aquella sensación.
-Mientes...-susurro con la cabeza cabizbaja.

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