domingo, 27 de mayo de 2012

El vagón de los sueños.


Ya había pasado una hora de viaje, miraba de nuevo el paisaje a través del ancho cristal del vagón. Sentada en mi asiento, apoyando las manos en mis rodilla, respirando suavemente. Más relajada de lo que había estado antes. De repente, me vino un leve mareo.
-Iré al baño, me he mareado un poco.-sonrío a Imai.
-Está bien, es el segundo vagón siguiente a la izquierda.-me devuelve la sonrisa.
-Vale.-sonrío y salgo.
El primer vagón al que pasé, parecía sacado de una película de la época victoriana. La pared era un extenso estampado de flores rosas con un fondo amarillento. Los asientos estaban bien cuidados y no había mucha gente; solamente una pareja y una señora mayor. Pasé intentando no mirar y que no se fijaran en mi cara de asombro, pero la señora me cogió de la mano e hizo que girara bruscamente.
-Perdona joven...¿Te importaría darme el abanico que hay al lado de esa joven?-dice mientras lo señala.-Se lo presté pero no me lo quiere devolver...
-Claro.-sonrío amistosa mente y me acerco a la pareja.- Disculpe...
La chica parecía una mafiosa, era cejijunta, con el pelo pelirrojo largo y tenía una gran masa corporal. Un tanto amargada y su voz...era muy grave.
-¿Que quieres?-dijo mirándome de arriba a abajo con cara amargada.
-El abanico de la señora...-dije señalando lo.
-No te lo voy a dar...¡Vete!
-.salté del grito que pegó, pero no me moví e intenté volver a convencerla.-Necesito que me de ese abanico...
Se levantó de un salto, viendo como los grandes michelines como botaban al notar el impacto de la velocidad. Me empotró contra la pared, noté como sus grandes y sudadas manos rozaban mi cuello.
-Suéltame...-le dije mirando la seriamente.
-¿No tienes miedo?-comenzó a reírse.-me las pagarás.
-No me asusta la gente como tú.-le dije con un tono de voz que daba un poco de miedo.
Me quitó las gafas y las tiró al suelo, dejando me sin buena vista. Le miré enfadada, de un golpe rápido contra su pierna hice que se agachara, dejándola inconsciente en el suelo. Cogí el abanico y se lo dí a la señora.
-Gracias cariño.
-De nada señora.-sonreí dulcemente, recobrando mi personalidad tímida y dulce.
Salí de aquel vagón, ya no notaba el mareo así que me dirigí de nuevo a mi antiguo vagón, me di cuenta de que cada uno estaba inspirado en una época y justamente el nuestro, era el peor de todos.
Abrí la puerta y saludé a Imai, el cerró el libro y se acercó a mí.
-¿Y tus gafas?
-Me caí y se me rompieron, pero no pasa nada, llevo lentillas.-Me las puse como si no pasara nada.
-No me mientas por favor...he escuchado ruidos. ¿Te has peleado?
-El secreto de una mujer nunca se dice.-le dije guiñándole el ojo. Y así pasamos otra hora de espera. Tenía muchas ganas de llegar. Demasiadas creo.

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